Abundancia: tenemos todo, tenemos nada.

Mariana Hernández

Creative Content Developement Manager

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Acceso. Libertad. Elección. Poder. Las fuentes de alimentación y aprendizaje se multiplican mucho más rápido que la velocidad de nuestro sistema nervioso para evolucionar. Así que varios efectos emocionales se sienten en el ambiente. Es apasionante: nos sentimos inspirados y sorprendidos más frecuentemente,  si queremos.  También agotados o saturados por momentos aunque no queramos.  Todo es cuestión de encontrar la mejor postura. Y de aceptar las ideas y vueltas entre luz y sombra.

Nos sorprendemos desarrollando nuevas facetas a través de esta abundancia recién estrenada.  Aprendizajes ineludibles que nos cambiarán por siempre: delimitar mejor nuestros intereses; poner prioridades; alimentar la curiosidad; ser más propensos a compartir información; decir más de nosotros; comunicar, relatar, contar historias; apreciar lo que está lejos; acercarnos a lo que era foráneo y por tanto extraño; aceptar que nuestro entendimiento, nuestro conocimiento y que nosotros somos work in progress (más progress que work), de hecho.

Empezamos a aprender mejor a poner límites y filtros para que nuestra limitada atención tenga el mejor uso posible. Decidimos entre todas las opciones de este buffet infinito. Esto si, esto no. La renuncia y la pérdida implicadas en el descarte. Más que un comportamiento adaptativo solo frente al mundo online, es también en relación a la vida en general.

Por ahora, la abundancia de información no implica igualdad. El mundo es dolorosamente desigual en recursos y en acceso a la información.  Y esta desigualdad es paradójica. Los que tenemos acceso a la abundancia de información, que es un privilegio y una realidad improbable estadísticamente, nos saturamos de esta abundancia. Siempre la paradoja es nuestra gran compañera.

En muchos sitios se lee sobre el abismo que hay entre lo digital y lo real: nos perdemos de lo que nos pasa cuando estamos conectados. Un dislocamiento de dimensiones que conviven en planos divergentes. Pero el chat en el celular es nuestra realidad y quien está del otro lado importa, como importa quien está al frente.  Todo está integrado y quizás no hay tal abismo. Nuestra realidad se compone de todas esas dimensiones superpuestas. Los que han crecido conectados, los nativos digitales, así lo perciben y a partir de ellos no hay vuelta atrás. ¿Sigue valiendo entonces el debate sobre la separación entre lo real y lo virtual?

El contraste es claro con la convivencia de generaciones: babyboomers, generación X, millenials…  Lo que para los primeros eran grandes virtudes -paciencia, perseverancia, humildad-, para los últimos pueden ser frenos. Para los más jóvenes,  la inmediatez, la simultaneidad y la sensación de poderlo todo, los hacen únicos en la historia humana y motivo de sorpresa (y a veces escándalo) para los mayores.  Y es que crecer en la abundancia de información, si te toca, te marca de por vida, todo está al alcance de un dedo.

El tema humano que acompaña a nuestra abundancia digital es fascinante.  Voces en contra y a favor:

 -Nos estamos volviendo más superficiales – Somos más inteligentes que nunca.

 -Perdemos el lado humano- Somos más sociales que nunca.

 -Vivimos desconectados. Vivimos conectados.

En parte de la población con acceso, esta abundancia genera una sensación de poder casi infinito, en otra, algo diferente: una aceptación del propio límite, una suerte de humildad de aceptar nuestra vulnerabilidad.

Brené Brown en su estudio de más de una década sobre la vulnerabilidad,  relata que la abundancia nos enfrenta con la escasez. Nada es suficiente. Ni la cantidad de información ni nuestro poder para hacerla propia. Tenemos la tendencia a  definir las cosas por lo que no son y no tienen.  ¿Entonces? Infelicidad segura. Qué caso tiene.

Por el contrario, aceptar de manera integrada nuestra fuerza y nuestra limitación, porque son parte de lo mismo, trae paz y esto a su vez, mayor espacio para seguir aprendiendo. Abrazar esta vulnerabilidad nos hace (paradójicamente) más valientes.

La Unión Guatemalteca de Agencias de Publicidad es una entidad no lucrativa que agrupa a 24 empresas,  a través de las cuales se pauta aproximadamente el 80% de la inversión publicitaria del país. (www.ugap.com)

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